El amante vuelve a la soledad si el amor se transforma en autómata. Así, el amante no desea poseer al amado como se posee una cosa; reclama un tipo especial de apropiación: quiero poseer una libertad como libertad
Quiere ser amado por una libertad y reclama que esta libertad, como libertad, no sea ya libre. Quiere a la vez que la libertad del otro se determine a sí misma a convertirse en amor – y ello no sólo al comienzo de la aventura, sino a cada instante-, y, a la vez, que esa libertad sea cautivada por ella misma, se revierta sobre ella misma, como en la locura, como en los sueños, para querer su propio cautiverio.
En el amor no deseamos en el prójimo ni el determinismo pasional ni una libertad fuera de alcance, sino una libertad que juegue al determinismo pasional y quede presa de su juego. Para sí mismo, el amante no pide ser causa sino ocasión única y privilegiada de esa modificación de la libertad